Hidalgo, México
24/07/2024
Hola otra vez,
La semana pasada mencioné un ensayo que quería compartir, guardé este escrito durante mucho tiempo; originalmente, sería parte de una edición navideña de la revista COLAPSO que nunca fue publicada.
Hablando de esa edición perdida, tenía muchas ganas de publicarla. Era la primera vez que dirigía un número temático, ya con la experiencia que me dejó editar algo sobre el amor y las relaciones justo el 14 de febrero, pero debido a muchas complicaciones, nunca logré publicarlo. El camino de COLAPSO ha sido de mucho aprendizaje y errores que espero cometer cada vez menos. De verdad confío que algún día esta revista llegará a donde la imaginé en los primeros días, cuando solo era una presentación de PowerPoint que le mostré a mis amigos. Por cierto, saludos a Orlando, Saúl y Miriam, que leen esto cada semana y ayudaron en gran medida a que la revista fuera algo tangible.
En fin, no quiero hacer más larga esta carta de lo que ya es. Si tienen curiosidad por la revista COLAPSO, pueden buscarla en Instagram y Facebook con ese mismo nombre. Ahí podrán encontrar los enlaces de descarga directa de los diferentes números que ya han sido publicados. Aprovecho también para decir que en aproximadamente un mes habrá una nueva edición, así que no estaría mal que pasaran a ver de qué se trata.
La sociedad del nuevo año
“Pensó que la tragedia pertenecía a los tiempos antiguos y que sólo podía concebirse en una época en que había aún intimidad —vida, privada, amor y amistad— y en que los miembros de una familia permanecían juntos sin necesidad de tener una razón especial para ello.”
George Orwell - 1984
Llevo mucho tiempo intentando aterrizar en palabras mis inquietudes. Si han seguido mis publicaciones en esta revista, tal vez ya se hayan dado cuenta de cuáles son mis preocupaciones más inmediatas, y si me conocen en persona, no les resultará ajena mi histeria sobre las condiciones actuales del ser humano, más concretamente de la sociedad en general.
Cuando alguien intenta describir a la sociedad moderna, puede resultar bastante complicado o sencillo. La postura que tomaré para este artículo puede dejar fuera algunos otros aspectos importantes de la estructura social moderna, pero es una buena base para comenzar un análisis macro.
Primero, hay que situarnos. Cuando hablamos de modernidad, nos referimos a los procesos históricos, sociales y culturales que se desarrollaron a partir de lo que conocemos como el Renacimiento. Por otro lado, cuando hablamos de posmodernidad, nos referimos a todos aquellos procesos históricos, sociales y culturales que se desarrollaron a partir de las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX. Existe una serie de autores que proponen una modernidad tardía; un ejemplo es Zygmunt Bauman y su modernidad líquida. Sin embargo, a mi parecer, también la desarrollan (tal vez sin querer) Ulrich Beck, con su impecable descripción de la globalización, y Francis Fukuyama, con "El fin de la historia y el último hombre".1
I: La persona Tardomoderna
Cuando algún conocido o conocida te pregunta qué es lo que le da valor a una persona, seguramente contestarás algunas características morales. Sin embargo, si te preguntaran cuáles son las características que dotan de valor a un ser social, la cosa se complica. El valor de un sujeto social ha cambiado a lo largo del tiempo y depende de lo que la sociedad de ese momento valore. Las sociedades cazadoras-recolectoras valoraban a las personas fuertes, por ejemplo, mientras que en otras se valora la espiritualidad o el compromiso con el reino/nación. Pero, ¿qué podría ser aquello que dota de valor a una persona en tiempos actuales? Para Byung-Chul Han es muy claro: en nuestra sociedad tardomoderna, también identificada como la sociedad del trabajo, el valor de una persona es equivalente a su productividad.
Por otro lado, Zygmunt Bauman describe la modernidad líquida como un estado de incertidumbre permanente. Su principal problema es que es un concepto difícil de identificar en lo real, pero lo que sí hace es describir una sociedad desregulada, desestructurada, privatizada y, principalmente, llena de personas consumidoras. Aquí se valora el individualismo y el consumo.
En una sociedad moderna, el imperativo era la razón; el valor de las personas radicaba en el uso de su razón en pro de un mejoramiento intelectual, social y hasta espiritual. Para Fukuyama, esa habilidad de imaginar un futuro mejor, de imaginar utopías, se ha perdido en la posmodernidad. La ideología occidental ganó y, con su victoria, muere la evolución ideológica2.
Entonces, ¿qué tenemos como resultado si sumamos a una sociedad individualizada, alienada, orientada al consumo, rodeada de una permanente incertidumbre y sin ninguna alternativa ideológica que prometa algún cambio? Tenemos una sociedad de cansancio, una sociedad de rendimiento.
“La sociedad que se rige por el “no” produce locos y criminales, La sociedad de rendimiento por el contrario genera depresivos y fracasados”3
El filósofo surcoreano identifica los elementos centrales que rigen la estructura social tardomoderna. La sociedad del trabajo o la sociedad de rendimiento está compuesta por individuos enfermos, cansados, llenos con trastornos neuropáticos característicos, las enfermedades del siglo XXI: depresión, TDAH o TLP4.
Como parte de un ciclo de cambios en las estructuras sociales la posmodernidad está caracterizada por contener a una sociedad del castigo como lo propone Michel Foucault, prohibitiva y obediente. Pero es en la tardomodernidad donde se elimina todo aspecto prohibitivo y pasamos a una estructura positiva, una sociedad del yes we can:
“El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima.5”
Es decir, las personas tardomodernas orientadas al consumo como las describe Bauman, centran toda la actividad humana en el trabajo. Antes, las personas eran obligadas a insertarse al trabajo, pero es la victoria de la ideología occidental (el capitalismo) lo que llega por completo a transformar todas nuestras estructuras y pasa a convertirnos en un animal laborans.
Esto nos revela un elemento fundamental, el valor de los individuos es equivalente a su proactividad, una vez reemplazado el elemento prohibitivo por la posibilidad de hacer “todo” los individuos ahora deben ser capaces de producir sin que nadie se lo pida.
Por lo tanto, si un recién egresado no demuestra en su CV una cantidad aceptable de actividades “extra” provoca un rechazo, pues demuestra que no es proactivo, que no organiza su vida en torno a producir ese valor. En el sistema actual solo es recompensada aquella persona que organiza toda su vida en torno a producir, a trabajar, a hacer más lo más rápido posible. Es por eso por lo que la persona del siglo XXI vive deprimida, porque nunca alcanza esa meta, vive aislada porque no tiene tiempo más que para trabajar, porque paradójicamente, debe hacerlo para sobrevivir.
Para la sociedad de nuestro siglo el valor de cada persona recae en la capacidad de estar constantemente produciendo sin la necesidad de que exista alguien que la mande:
“Ya no vivimos en una sociedad disciplinada, dominada por órdenes o prohibiciones, sino en una sociedad aparentemente libre, marcada por el lema sí se puede (yes we can). Primero crea una sensación de libertad. Pero después genera el tú deberías de Nos creemos libres, pero nos están explotando internacionalmente hasta el colapso”
Fragmento de una entrevista a Byung-Chul Han por EL PAÍS.
II: El mito del lujo
En una sociedad líquida/de trabajo necesitamos elementos para darle sentido a nuestra existencia. Necesitamos justificar el porqué de las cosas, odio recurrir a la siempre confiable “es culpa del capitalismo” pero en este caso sí lo es. Bauman nos dice que somos una sociedad orientada al consumo, toda nuestra estructura gira en torno a la producción y consumo.
Podríamos caer en la trampa de decir que el trabajo siempre ha existido y que de eso depende nuestra supervivencia, sin embargo, el trabajo no era como lo conocemos ahora. Las primeras sociedades, las cazadoras recolectoras, dedicaban su existencia a la supervivencia, la caza era un elemento de dicha supervivencia al igual que la reproducción humana, no era un trabajo.
En las sociedades campesinas comienza el trabajo de la tierra, la domesticación de los granos y plantas junto con los animales. Lo que los primeros humanos comenzaron a experimentar era el exceso de alimento. A simple vista este proceso los haría trabajar menos, pues no estaban ocupados en sobrevivir mientras se desarrollaban, ahora existía una posibilidad de mayor desarrollo y una menor preocupación de supervivencia.
Los humanos de esa época comienzan a experimentar el lujo, la sensación de tener más de lo que necesitaban. Noah Harari6 nos explica este proceso con mayor detenimiento, pero lo que debemos retener es la trampa del lujo.
Podríamos imaginar que si tenemos más comida podríamos darnos el lujo de trabajar menos durante la siguiente temporada porque contamos con ese excedente. Sin embargo, el desarrollo también aumenta, procreamos más, pues hay menos preocupación por la supervivencia, eso se traduce en más bocas que alimentar, por ende, ese excedente ya no existe pues ahora se reparte entre más bocas y como hay más bocas, no se trabaja menos la siguiente temporada, se trabaja lo mismo o hasta el doble. Un ejemplo un poco burdo, pero funciona para ilustrar mi idea.
Pues bien, este ejemplo de Harari nos ayuda a comprender el lujo de la modernidad líquida. El sistema capitalista provoca una mayor producción de las cosas. Hay más comida, hay más comodidades, hay cosas nuevas que se pueden adquirir. El ciclo infinito de producir y consumir.
En teoría, las personas consumimos cosas que nos facilitan la existencia, un techo donde vivir, un auto en que trasladarse, electrónicos y electrodomésticos para olvidar las actividades manuales. Pero adquirir cada una de esas cosas no provoca trabajar menos porque hacemos menos actividades manuales. Indica trabajar más para poder mantener ese estilo de vida moderno.
Y es aquí donde el planteamiento de Byung-Chul Han cobra sentido, vivimos en un espejismo de lujo y libertad cuando lo único que estamos haciendo es agregando más clavos de ataúd. Para ejemplificar esta situación no me gustaría dejar pasar la oportunidad de citar un fragmento de uno de los poetas urbanos más grandes que existió:
“Nacer, crecer, reproducirse, morir. Pues estar vivo no es precisamente igual a vivir, estoy enloqueciendo, hay tanto que quisiera no haber descubierto. Siento que soy un muerto que vive encubierto… Vivimos entrenando para hacer dinero o estudiando cosas que a veces ni queremos, esculpiendo nuestros cuerpos pa’estar buenas y buenos… El orgullo y el ego hablando de felicidad sin ni siquiera saber que queremos.”
Cancerbero
Estoy seguro de que habrá más personas que aporten a este concepto, pero para fines de este artículo sólo nos referiremos a estos tres personajes
Fukuyama, F. (1989). ¿El Fin de la Historia? Publicado originalmente en la revista The National Interest, está basado en una conferencia que el autor dictara en el John M. Olin Center for Inquiry into the Theory and Practice of Democracy de la Universidad de Chicago, EE. UU.
Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio 2015, p. 28
Para una mejor comprensión de la sociedad del cansancio es necesario recurrir al escrito referido en este artículo, pues una descripción completa de este análisis llevaría a un ensayo completamente distinto que se escapa de los objetivos del mismo.
Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio 2015, p. 30
Yuval Noah Harari, De animales a dioses. (2014). Debate.