Hola de nuevo,
¿Podemos continuar donde lo dejamos? Para ser exactos, en el punto donde nos quedamos hace dos entradas.
Cuando comencé esta queja sin trascendencia, hablé un poco sobre mi gusto por la literatura de ficción y, en general, por todo lo relacionado con el ejercicio severo de la imaginación: construir mundos, historias, personajes y momentos difíciles de olvidar. Es increíble a dónde nos puede llevar este ejercicio, considerando que no solo se trata de poner en marcha la imaginación y ya. La complejidad de crear toda una gama de elementos inexistentes, con conceptos, palabras y lenguajes que no están diseñados para ello, es todo un arte.
Esta última idea puede parecer engañosa si tomamos en cuenta que el propósito del lenguaje escrito u oral es la comunicación de ideas, como expone Noah Harari en su libro Sapiens. Él postula que es gracias al lenguaje que podemos trasladar elementos del mundo de las ideas a nuestro mundo material. Sin embargo, en algún punto de nuestra evolución como sociedad, comenzamos a premiar más aquellos elementos que dejaban de lado la ficción en favor de algo más "objetivo" (¿?). La ficción nunca abandonó la literatura; incluso existen varios clásicos cuyo elemento principal es la ficción. Se me vienen a la mente Drácula, de Bram Stoker, o Frankenstein, de Mary Shelley, que son obras clásicas que yo catalogaría como novelas de ficción, y aun así contienen una gama de elementos dignos de análisis dentro de la literatura más seria.
Pero, retomando el tema, en algún momento la ficción perdió valor frente a las olas literarias como la francesa, la rusa o la norteamericana, por mencionar algunas. Así, fue relegada a un sitio oscuro, donde solo aquellos que, según se dice, "no conocen la alta literatura" o "la verdadera literatura" están condenados a pasar sus días. Esto no solo es falso, sino que puede ser considerado parte de un fenómeno que podemos denominar "imposición cultural". Para resumir, y en mis propias palabras, la imposición cultural engloba todos aquellos elementos impuestos desde una posición de poder, ya sea un grupo de personas, una institución o incluso el Estado (generalmente quien detenta la autoridad). Teniendo esto en cuenta, existe un grupo que categoriza lo que tiene valor y lo que carece de él. En el caso de la ficción, ya sabemos en qué categoría la colocaron.
Javier Aparicio Maydeu escribe en su prólogo para un ensayo de H.P. Lovecraft:
¿Cuánto tiempo más tendrá el lector de literatura de género que flagelarse y que exponerse al escarnio público por leer excelente literatura de género?
Por cierto, si tienen tiempo, les recomiendo leer El terror en la literatura de H.P. Lovecraft, publicado por la editorial Astral (de donde saqué este fragmento). No se van a decepcionar. Aunque se centra en el terror, es un claro ejemplo de la evolución de la literatura de género.
Con toda esta introducción, me gustaría pasar al tema que quiero tratar: el estado de la literatura comercial actual.
Como mencioné en la parte 1 de este trío de entradas, creo que todos tuvimos contacto con aquellas novelas catalogadas como young adult, aunque aún no me queda claro si es un género o simplemente el público objetivo. Por alguna razón, este término se utiliza para ambos propósitos. Algunas novelas envejecieron bien, mientras que otras no tanto. Todos y todas tenemos una saga que recordamos con cariño de esa época. Quien diga que no, o miente, o siempre fue una persona pretenciosa.
Debemos aceptar que era muy fácil identificar una novela de este género, pues seguían una serie de elementos y arquetipos casi como si fueran fórmulas hechas para vender, más que obras de ficción bien consolidadas (con sus respectivas excepciones, claro está). Las editoriales (y por qué no, también algunos autores/as) buscaban replicar el éxito de estas novelas, ya que había un extenso grupo de personas dispuestas a leerlas. A esto se sumó un fenómeno que catapultó todo: el surgimiento de los booktubers. De pronto, surgieron muchísimas personas con ganas de compartir sus lecturas en un formato diferente. Aunque tengo entendido que las comunidades formadas alrededor de una novela no nacieron con los booktubers, fue algo que explotó y se popularizó gracias a ellos.
Tenemos entonces tres elementos clave para entender este fenómeno: un producto popular fácil de replicar, un grupo de personas dispuestas a venderlo incluso sin pago de por medio, y un mercado listo para consumirlo, ya sea por gusto o por tendencia.
Así llegamos a donde quería, y solo necesité una entrada y media. No digo que la literatura fuera ajena al mercado antes de este momento. Al contrario, creo que la literatura encontró en el mercado una forma de mantenerse viva y en constante actualización. Gracias a esta relación, la literatura es una de las grandes bases de la cultura popular. Sin embargo, cuando el género young adult explotó y los éxitos literarios comenzaron a romperla en el cine, se produjo una masificación de productos literarios sin escrúpulos (si es que antes hubo editoriales con escrúpulos). De repente, ya no importaban la historia, la construcción de personajes o el worldbuilding, solo importaba que el autor/a usara los ingredientes establecidos para cocinar la próxima cascada de dinero. Fue entonces cuando el grifo dejó de gotear. En un punto, el género, con todo y sus controversias, comenzó a tambalearse. Como suele suceder, el público objetivo creció o cambió, el cine saturó la oferta, y el mercado empezó a coquetear con otras cosas. Si tuviera que agradecerle algo a este género, sería que introdujo a muchísimas personas no solo a la lectura, sino también a mirar la ficción con otros ojos y expectativas, popularizando subgéneros y obras casi olvidadas. Los booktubers lograron introducir y popularizar obras que merecían ser leídas.
Fue en esta escasez cuando empezó a gestarse un género que, aunque no era nuevo, se mantenía un tanto escondido, moviéndose entre las sombras y el tabú: la novela erótica. 50 sombras de Grey fue la obra que rompió ciertos paradigmas y popularizó el género. No es que fuera un género inexistente o poco popular, pero prefería mantenerse en su nicho. Cuando el libro salió a la luz y las películas consolidaron su éxito, capturó la atención de lectores/as, el mercado, escritores/as y editoriales. Estas últimas vieron la oportunidad de comercializar novelas eróticas en un mundo ya (hiper)sexualizado. Poco a poco, vimos cómo la censura sobre el contenido "picante" o erótico fue debilitándose hasta desaparecer. La señalización social también menguaba, y de repente todo el mundo usaba el erotismo (sexo) para vender o venderse. Esta es una discusión que podríamos tocar más adelante, pero que se escapa de mi propósito en esta entrada.
Tampoco quiero enfocar esta conversación en la señalización del género. La verdad es que no me genera ningún conflicto. Tal vez se podría discutir sobre las novelas que disfrazan contenido erótico para un público preadolescente, pero el verdadero propósito de esta entrada es hablar sobre el rumbo que tomó la construcción de estas historias. Al igual que con las novelas young adult, parecían seguir una especie de receta; a esta se le agregó el contenido erótico, y de pronto tuvimos un montón de novelas de todo tipo que siguen una estructura donde la base es lo erótico. Las editoriales lograron su objetivo: moldear el mercado para venderles un producto de fácil manufactura.
De repente, las novelas de fantasía, ciencia ficción, young adult, etc., se construían alrededor de un triángulo amoroso, escenas spicy y/o explícitas, y resoluciones de conflictos simples. No quiero sonar como un esnob o un persignado que se asusta por este tipo de cosas. De hecho, creo que en algún momento cualquiera de nosotros se ha sentido atraído por elementos eróticos en alguno de sus formatos. La cuestión aquí es que el mercado moldeó tanto a sus consumidores que ahora nos enfrentamos a una nueva incógnita en esta ecuación: el mercado se rehúsa a seguir consumiendo productos que contengan los mismos elementos que crearon esta masificación en primer lugar.
Hoy en día, escuchamos comentarios como: "Los libros tienen demasiadas palabras", "Un libro es malo porque no tiene un triángulo amoroso", "No vale la pena porque tarda mucho en llegar a la acción" o "Tarda mucho en resolver su conflicto, y no hay escenas spicy".
Pero creo que si quieren saber que tiene que ver toda esta maraña de pensamientos con mi queja sin trascendencia me temo que tendrán que esperar otra semana más. por todo eso del suspenso y porque estoy aferrado en hacer esto a través de tres partes.
Nos leemos pronto
Me gustó mucho, en verdad. Y aunque ciertamente hay libros que son moda, creo que en este momento el mundo necesita que las personas lean. La literatura es un gusto progresivo, todos comezamos escuchando los cuentos que nos leían de pequeños. Pero experimentamos el amor por la lectura hasta que tuvimos un libro en nuestras manos y nos cautivó por completo y por todos los sentidos, el tacto al sentir sus páginas, su olor, sus palabras o imágenes y lo que provocó en lo más profundo de nosotros mismos. Por ello diría que cualquier libro es valioso, sin embargo no todos los libros son para todos lectores, ni todos los lectores para todos los libros. Lo que sí considero importante es contagiar el gran hábito de la lectura y que las personas por lo menos una vez experimenten el placer de leer un libro que sientas que puede ser parte de ti.
Muy buen escrito, coincido con vos solo difiero de manera personal que, aunque pusieron de moda leer, tampoco todos los libros merecen la pena leerse, como 50 sombras ya que lo mencionas, ni bien escrito esta y asi hay muchos libros si, pero NO literatura.